martes, 4 de mayo de 2010

Sátira de un testamento

A esta altura de mi vida y previniendo una sorpresiva visita de “La Dama vestida de negro”, he decidido hacer mi alegato literario.

Por lógica, no debería hacer distinción en ninguno de mis cuatro hijos. Sin embargo, ni el “Fili” ni el “Fede”, en ningún momento han demostrado el más mínimo interés en leer algo de lo por mí publicado. Por el contrario, con sus latosos estruendos a los que ellos llaman música, lograron en infinidad de ocasiones truncar la inspiración, perturbar mi tranquilidad y terminar con mi paciencia.

Por el contrario la “Filo” y la “Facu”, han sido siempre fervientes admiradoras de su “viejo”. Se regocijaron con un libro de varias ediciones y deploraron los libros de escasa tirada.

Razono y pregunto: ¿en este caso, no sería ilógico aplicar la lógica?

Por tal motivo, yo, Florentino Fontfreda, sin presión de clase alguna, teniendo plena conciencia de mis actos, he decido hacer testamento y legar en presencia del honorable testamentario Sr. Floripondio Furné, mi obra literaria tal como a continuación expreso.

Va para mis hijos, Filiberto y Federico Fontfreda, todo el cariño que por ellos siento. Si algún día llegan a sentir interés en conocer lo escrito por su padre, sabrán dónde encontrar el libro del tema que más les guste, ya sea obra teatral, novela, cuento, poesía, ensayos o biografías.

A mis hijas Filomena y Facunda Fontfreda, cedo los derechos de autor de todas mis obras comprendidas antes de serme otorgado el premio de literatura. Premio que con mucho orgullo recibí de manos del príncipe que nunca existió.

A partir de esa fecha, todos los beneficios por haber, los dono a la “Biblioteca de Analfabetos”.

Cuándo la “Dama” llegue, quisiera llevar conmigo las obras que muy probable queden incompletas. Quizás pueda terminarlas dónde fuera que me lleve.

Firmado: Florentino Fontfreda.

lunes, 3 de mayo de 2010

Cuentos y chascarrillos

Cuentos y chascarrillos

El adonis

Tenía cuerpo de atleta, tez morena, cabello crespo y bellas facciones masculinas donde destacaban unos ojazos verdes semejantes a dos esmeraldas. Todos decían que era buen mozo y en realidad lo era, lástima que él lo sabía y estaba convencido de que toda muchacha caía prendida en las redes de su mirada. Pero ... Hete aquí que cierto día, con motivo de las fiestas patronales acudieron al lugar jóvenes de otras comarcas y nuestro adonis encontró la horma de su zapato.

Eligió entre las jóvenes la muchacha que más bella le pareció y ataviado con su ropa dominguera, ufano y seguro de su atractivo, hacia ella se dirigió saboreando de antemano lo que él creía una conquista segura..

A la muchacha en cuestión, no le faltaban pretensiones ni pretendientes y al sentirse asediada, insensible a los encantos del adonis lo increpó diciéndole ofendida: ¡Oye chaval! ¿No tienes otra cosa que hacer qué mirarme con esos ojos de gato?

El buen mozo de tez morena, cabello crespo y ojos color esmeralda no pudo superar tal humillación a su vanidad y cuentan en el lugar que desde entonces se lo ve por los senderos maullando lastimosamente.